Quiero compartir contigo una historia de amor que toco mi corazón y sé que hará lo mismo con el tuyo.

Entra conmigo en el mundo de Herbert…

En una cena de una escuela de niños con capacidades especiales, el padre de un estudiante pronunció un discurso que nunca será olvidado por aquellas personas que lo escucharon.

Después de felicitar y exaltar a la escuela y a todos los que trabajaban en ella, este padre único lanzo una pregunta al público asistente:

— “Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, entonces allí es donde el orden natural de las cosas alcanza la perfección.”

Y continuó diciendo:

—Pero mi hijo, Herbert, no puede aprender como otros niños lo hacen. No puede entender las cosas como otros niños. Ahora te vuelvo a preguntar entonces…

— ¿Dónde está el orden natural de las cosas en mi hijo?

La audiencia quedó impactada y en silencio por la pregunta…

El padre del niño continuó diciendo:

—Yo creo que cuando un niño como Herbert, física y mentalmente discapacitado viene al mundo, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño.

Entonces procedió a contar que un día caminaba con su hijo Herbert cerca de un parque donde algunos niños jugaban béisbol. Herbert le preguntó a su padre:

¿Crees que me dejen jugar papá?

Su padre sabía que a la mayoría de los niños obviamente no les gustaría que alguien discapacitado como Herbert jugara en su equipo; pero el padre también entendió que si le permitían jugar a su hijo, le darían un sentido de pertenencia muy necesario para él y la confianza de ser aceptado por otros a pesar de sus capacidades especiales.

El padre de Herbert se acercó a uno de los niños que estaban jugando y le preguntó (sin esperar mucho) si Herbert podría jugar.

El niño miró alrededor buscando que alguien lo aconsejara o lo ayudara a responder y entonces le dijo:

—Estamos perdiendo por seis carreras y el juego está en la octava entrada. Supongo que puede unirse a nuestro equipo y trataremos de ponerlo al bate en la novena entrada.

Herbert cuando escuchó eso se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia sonrisa, se puso la camisa del equipo mientras su padre lo contemplaba con lágrimas de emoción.

Los otros niños vieron la felicidad del padre cuando su hijo era aceptado y se conmovieron.

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Y así comienza esta historia…

Al final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar algunas carreras pero aún estaban detrás en el marcador por tres.

Al inicio de la novena entrada, Herbert se puso un guante y jugó en el jardín derecho. Aunque ninguna pelota llegaba a Herbert, estaba obviamente extasiado, solo por el hecho de poder estar en el campo de juego. Herbert sonreía de oreja a oreja mientras su padre emocionado de verlo lo animaba desde las graderías.

Al final de la novena entrada, el equipo de Herbert anotó de nuevo. Ahora con dos ‘outs’ y las bases se encontraban llenas. La carrera para obtener el triunfo era una posibilidad y desafortunadamente para muchos del equipo, Herbert era el siguiente en batear.

Con esta oportunidad al frente, con la posibilidad de ganar tan cerca, ¿dejarían a Herbert batear y renunciar a la posibilidad de al fin ganar el juego?

En medio de todo esto, sorprendentemente, Herbert ya estaba al bate.

Todos sabían que un solo ‘hit’ era imposible porque Herbert no sabía ni como agarrar el bate correctamente, mucho menos pegarle a la bola.

De hecho, mientras Herbert se paraba sobre la base, temblando emocionado, hasta más no poder, el ‘pitcher’ reconoció que el otro equipo estaba dispuesto a perder permitiéndole a Herbert tener un gran momento en su joven vida…

El ‘pitcher’ se movió unos pasos al frente y tiró la bola muy suavemente para que Herbert pudiera al menos hacer contacto con ella.

El primer tiro llegó y Herbert abanicó torpemente su bate… y falló.

El ‘pitcher’ de nuevo se adelantó unos pasos para tirar la bola suavemente hacia el bateador.

Cuando el tiro se realizó, Herbert abanicó y golpeó la bola suavemente, con la casualidad que era justo enfrente del ‘pitcher’.

El juego podría haber terminado. El ‘pitcher’ podría haber recogido la bola rápidamente y haberla tirado a primera base. Herbert hubiera quedado fuera y habría sido el final del juego. Pero, así no fue…

El ‘pitcher’ tiró la bola sobre la cabeza del niño en primera base, fuera del alcance del resto de sus compañeros de equipo.

Todos desde las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a gritar:

— ¡Herbert, corre a primera base, corre a primera!

Nunca en su vida Herbert había corrido esa distancia, pero con esfuerzo consiguió llegar a primera base. Corrió justo sobre la línea —con los ojos muy abiertos y sumamente sobresaltado—. Sentía que se le iba a salir el corazón.

Todos gritaban:

— ¡Corre, corre a segunda! — y recobrando el aliento, Herbert con ojitos de excitación y con mucha dificultad corrió hacia la segunda base.

Para el momento en que Herbert llegó a segunda base, el niño del jardín derecho tenía la bola. Era el niño más pequeño del equipo, y él sabía que tenía la oportunidad de su vida para ser el héroe del día. Él podía haber tirado la bola a segunda base, pero entendió las intenciones del ‘pitcher’ y tiró la bola bien alta sobre la cabeza del niño en tercera base.

Herbert entonces corrió como si lo estuvieran persiguiendo, para matar hacia tercera base mientras que los corredores delante de él hicieron un círculo alrededor de la base.

Y para cuando Herbert llegó a tercera, los niños de ambos equipos, y los espectadores, estaban de pie gritando:

—¡Herbert, Herbert, Herbert, corre, corre a “home”, Corrreeeee!

Herbert corrió a ‘home’, se paró en la base y fue vitoreado como el héroe que bateó el ‘Grand slam’ y el que ganó el juego para su equipo.

—Ese día —continuo contando su historia desde el pódium— el padre con lágrimas profusamente haciendo ríos en su rostro, por la emoción que lo embargaba —los niños de ambos equipos ayudaron a Herbert, dándole a este mundo una muestra del verdadero amor y humanismo.

Herbert no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin olvidar jamás, el haber sido un héroe, y sobretodo haber hecho felices a su padre y a su madre. El sentía que al fin había logrado que sus padres lo vieran como un campeón, como alguien que había logrado una gran hazaña.

El equipo que fue de Herbert —“Las Águilas”— estuvo en su entierro, igual que el equipo contrario. Al bajar el féretro, todos se quitaron las gorras y las tiraron arriba del féretro en honor a este niño valiente que ahora había partido a su lugar de origen.

El arte del amor y la compasión, lo manejaron maravillosamente los del equipo “Las Águilas” al ser un gran ejemplo para los del equipo contrario, hoy todos juegan unidos llevando el mensaje de Herbert y de lo que hace el amor, a las demás escuelas y equipos contrarios.

Ahora mi pregunta final:

¿Conoces a un Herbert?

¿Quién es tu Herbert?