Te garantizo que recordarás este emocionante cuento de El Tazón de Madera mañana, semanas después, meses después y un año después.
¿Por qué?
¡Porque esto puede sucederte a ti!
Había una vez un hombre de edad, bastante débil que tuvo que ir a vivir con su hijo, su nuera, y con su nietecito de cuatro años, Davidsito.
Sus manos temblaban, su vista estaba bastante opaca y su caminar lento e indeciso. Los años no habían llegado en balde. A veces hasta pensaba si debía pedir que le compraran un bastón… pero no quería molestar y manifestar que su estado físico iba decayendo con el pasar de los días.
Cuando la familia se sentaba a la mesa para cenar, sus manos temblorosas y su poca vista le causaban mucha dificultad para comer y calcular la distancia entre el plato y su boca. La mayoría de las veces la cuchara no llegaba hasta su boca y parte de la comida o la sopa iba a parar al suelo. Esto le daba una gran pena con su nuera que era tan pulcra.
Cuando alzaba el vaso para tomar la leche, esta se derramaba sobre el mantel y con frecuencia se hacia un pequeño desastre con la leche, la comida y todas las cosas derramadas.
¡El pobre abuelo se sentía tan inútil! ¡Y pensar que había sido un hombre independiente que solucionaba los problemas de los demás!
Ya su fuerza, su vigor lo habían abandonado. Se encontraba en un pequeño cuarto, a merced de una nuera joven y mandona que lo miraba con una mezcla de lástima y molestia. Lo único que lo consolaba y hacia sonreír era su nietecito Davidsito.
El hijo y su esposa se sentían irritados con la situación. Murmuraban detrás de sus espaldas:
—Debemos hacer algo acerca de mi padre‚ decía el hijo. Ya no soporto la leche derramada, su modo de comer y la comida regada en el piso. ¡Camina tan lento que nos demoramos más de lo necesario cada vez que salimos!
Y la esposa envalentonada le decía:
—No me aguanto más esta situación ¡me casé para vivir contigo, no con tu papá y todos sus achaques! ¿Por qué tenemos que aguantarnos esto? Ahora he terminado yo de enfermera ¡Lo último que me faltaba! Metámoslo como a todos los ancianos en esas casas donde pueden derramar todo lo que quieran y hasta pasan más acompañados entre gente de su edad.
Pero David Jr. sabía que él no podía romper la promesa que le había hecho a su madre en su lecho de muerte. Ella le había suplicado que nunca internara a su padre en un hogar de ancianos y que le prometiera que lo cuidaría hasta su muerte. Y en ese momento, antes que diera su último suspiro él había accedido.
Hasta recapacitaba en su interior, que sería feo hacerle eso a su padre cuando él había vendido la casa donde había vivido más de 45 años y con ese dinero había comprado esta otra, donde ahora vivía con su esposa.
David Jr. Pensó: “mejor calmo a mi esposa y llevo esta fiesta en paz.”
A los pocos días, la cosa parecía empeorarse y ya la esposa desesperada, había lanzado hasta amenazas de divorcio, molesta con la situación que empeoraba cada día… ¡y ya su mesa no la podía tener linda y limpia como quería!
A los pocos días, luego de conversar sobre múltiples alternativas, decidieron que resolverían esto de una vez por todas… ¡ya estaban hartos!. Le pondrían una pequeña mesa en el rincón del comedor al abuelo. Allí, el podría comer solo mientras el resto de la familia gozaba de la cena en paz y sin sus torpezas. Y como el abuelo ya había roto varios platos, su alimento se lo servirían en el tazón de madera…
Esto lo implementaron enseguida. Y cuando la familia miraba en la dirección del abuelo, muchas veces notaban que tenia lagrimas en sus ojos y por sus mejillas, y en algunos momentos, el pobre hombre se quedaba sin probar bocado, por la tristeza que le embargaba el hecho de verse arrinconado y tener que comer solo…
¡Qué cuadro tan lamentable!
Sin pena alguna, sin remordimientos, las únicas palabras de la pareja eran amonestaciones y quejas airosas cuando el abuelo dejaba caer un tenedor o dejaba caer la comida en su mesita del rincón. Mientras tanto Davidsito, el nieto de cuatro añitos, observaba todo este escenario en silencio…
Día tras día… Davidsito solo miraba lo que sucedía…
Una noche antes de la cena, David Jr. noto que su hijo jugaba con pedazos de madera en el piso. Y curioso le pregunto al niño,
–Hijo, que estás haciendo?
Y con la inocencia y su vocecita de niño, Davidsito le respondió:
–Papito, estoy haciendo un tazón pequeño para ti y otro para mi mami, así pueden comer allí en la mesita cuando yo crezca… y sonriendo despreocupado y feliz, el niño siguió con su trabajo de hacer un tazón de madera para sus padres…
Las palabras de su hijo fueron tan impactantes para sus padres, que punzaron las fibras más ondas de sus corazones. Estaban mudos, no supieron que decir ante el cuadro tan despiadado que pasó ante sus ojos.
¡Una cruda realidad acababa de revelarse ante sus ojos!
David Jr, el papa de Davidsito, comenzó desenrollar la película de su vida con su padre y empezó a recordar cuantas veces su padre lo había apoyado en tantas ocasiones, cuando lo llevaba a las prácticas deportivas en las madrugadas frías y lo esperaba pacientemente sentado en las gradas aguantando las inclemencias del tiempo; cuantas noches y madrugadas había pasado con él, controlando las terribles fiebres y enfermedades que había tenido durante toda su vida…. por su memoria pasaron como ráfagas, los días en que su padre llegaba cansado de trabajar y aun así, siempre encontraba tiempo para jugar la pelota con él en el jardín de su casa…
Un torrente de lágrimas comenzó a brotar de sus ojos y sintió un terrible dolor en su alma. Y aunque ninguna palabra se había dicho, la pareja supo al mismo tiempo lo que tenían que hacer.
Esa noche David Jr. Tomó con ternura la mano de su padre y suavemente lo llevó hasta la mesa familiar. Por el resto de sus días, él compartió cada comida con la familia. Y por alguna razón, nadie más de sintió molesto cuando un tenedor se caía, la leche se derramaba o se manchaba el mantel.
Esta conmovedora historia te hará mover todas las fibras de tu ser… porque lo que hagamos con nuestros padres hoy, es exactamente lo que recibiremos mañana…
Hoy nuestros padres están a nuestro cuidado. De pronto esa sea tu situación. Han pasado los años y te encuentras en medio de una situación parecida.
Si, es difícil sobrellevar a un anciano con achaques que altera las rutinas de tu vida…
Pido que la misericordia, el amor y la compasión te guíen en este nuevo camino, donde ahora tú eres el proveedor, el cuidador, el que maneja la vida de ese ser que te dio la vida y cuidó de ti.
Te dejo con este bello pensamiento:
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad”.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
¡El amor nunca deja de ser!
En gratitud
PD: Si te agradan este tipo de historias, te invito a ver “La Despedida” presiona aquí: La Despedida
Nunca lo creemos peeero ” Hijo eres padre serás ,como hagas así te harán”….todo honor (después de Dios) a nuestros progenitores ellos lo merecen TODO!Amor con amor se paga y si no lo haces asi que el poderoso tenga misericordia. Gracias por la historia , mas que cuento realidad diaria….
Me encantó,muy triste pero al mismo tiempo nos deja una enseñanza
Super adelante que pequeñas enseñansas hasen la gran diferencia
Me gusta leer, y cuando se trata de historias o situaciones que nos dan enseñana mucho mas. Agradesco por todas eatas historias.
Que bueno te gusto! Me alegra y espero continúes con nosotros, publico artículos en el Blog cada cuatro días.